Una chica invisible
Si en su día mi abuelo hubiese sabido que su nieta tendría que emigrar como él, seguramente no habría regresado a España
Desde que recuerdo, he hecho todo lo que se supone que un joven tiene que hacer. Acabe los estudios primarios y secundarios sin tener que repetir ni un curso, destacando en algunas asignaturas y siendo mediocre en otras, como tantos otros alumnos. Fui a un colegio en el que entrabas a los 3 años y salías a los 18 con un solo objetivo: Entrar en la Universidad. Y eso es lo que hice. Me matricule en Derecho con toda la ilusión del mundo. Empecé a maquillarme, a llevar tacones, a viajar con mis amigos. Conseguí una beca de movilidad, descubrí lo que era vivir lejos de la familia, de los amigos, de lo conocido y a valerme por mi misma. Trabajaba los fines de semana y los veranos, como tantos otros, para permitirme algún que otro capricho. Me enseñaron que tenía que ahorrar, que solo me gastase el dinero en algo que necesitase realmente o que desease con verdadero fervor. No fumo, no bebo, no me paso la vida en un parque ni la noche en un botellón. Soy, lo que se podría llamar, una joven normal, una de tantas otras, una chica invisible.
Hoy he ido a recoger el titulo que certifica que soy licenciada en Derecho y, sentada en el tranvía, con un papelito en la mano que dice que soy una más de tantos otros, durante el trayecto que cubre entre mi ya antigua facultad y mi "puesto de trabajo" me he dado cuenta que no tengo futuro. Al menos no aquí. Y sin embargo la gente dice que tengo suerte porque he conseguido entrar a trabajar en lo mío, aunque no me paguen ni para el metro que tengo que coger todos los días, ni tenga contrato ni forma de demostrar que estoy trabajando. ¿Esto es a lo que podemos aspirar los jóvenes? ¿A sentirnos satisfechos por lograr trabajar gratis?
La generación de nuestros padres y nuestros abuelos, nos miran desde arriba y nos comentan que ellos tampoco lo tuvieron fácil. Es cierto, mis padres lo pasaron muy mal hasta que empezaron a progresar en la vida, y poco a poco y con mucho esfuerzo han sacado a sus dos hijos a delante, nunca nos ha faltado de nada e incluso han podido soñar en que podíamos aspirar a llegar aun más lejos que ellos. Han conseguido su futuro y ya tienen la vida resuelta. Pero hay algo que nunca tuvieron que hacer: Trabajar gratis y tener que sentirse afortunados por ello.
Si me pongo a pensar en la situación del resto de mis compañeros de generación, los únicos que están colocados son los hijos de personas influyentes, algo que no extraña a nadie, pues siempre son los primeros en encontrar trabajo. O más bien que lo tienen garantizado de nacimiento. Son la nueva nobleza. El resto vive de becas que no llevan a ninguna parte o han elegido opositar. De hecho, a nuestra promoción se le ha puesto la etiqueta de opositores. Es la única forma de optar a un puesto de trabajo fijo y no tener que abandonarlo todo para irte lejos de los que más quieres para abrirte camino en la vida.
Por el contrario, yo he elegido un camino más difícil, lo que a mi padre le está dando grandes dolores de cabeza. He elegido el sector privado, sin referencias, sin sangre azul, sin padrino. Y lo he elegido porque es lo que realmente me apasiona, lo que he querido siempre. Y sin embargo, ese convicción, esos sueños, empiezan a derrumbarse. Acabo de cumplir 24 años, vivo en casa de mis padres, trabajo sin contrato ni sueldo, no puedo irme a vivir con mi novio porque después de buscar trabajo durante un año sin éxito ha tenido que volver a estudiar. Ya ni siquiera puedo trabajar en verano o los fines de semana, y sobrevivo de mis ahorros, pero estos no son un pozo sin fondo. He tenido que pedir a mis padres que me financien el master y no sé cuando se lo podré devolver.
La realidad es que solo tengo una posibilidad de entrar en el mercado laboral, pero implica un sacrificio que ya tuvo que hacer mi abuelo y si en su día hubiese sabido que su nieta tendría que hacer lo mismo, seguramente no hubiese regresado a España: emigrar.
¿Es esta la solución al paro juvenil? ¿Oprimir tanto a los jóvenes hasta que no tengan otra solución que marcharse y así descender el número de parados? Son los que teóricamente lo tienen más fácil para moverse, a fin de cuentas aun no pueden permitirse contraer responsabilidades que les aten a algún lugar. ¿Por qué preocuparse por ellos si en cuanto se vayan serán un problema menos para el Estado?
¿Nadie se da cuenta que somos el futuro y que las pensiones de aquellos que nos miran desde arriba con sus contratos indefinidos blindados dependen de que consigamos trabajar y, ante todo, cotizar? ¿Nadie se da cuenta que si los primeros que se van son los emprendedores, quien va a quedar para tirar del carro?
Cada noticia que leo sobre la crisis y la economía, hablan de jóvenes parados, de porcentajes, números, bancos, políticos, consumo, empresas que cierran, subvenciones, rescate y un largo etcétera. Pero nadie se ha dado cuenta de algo fundamental, algo que no es nada nuevo: Sin sueldos no hay consumo, sin consumo no hay ganancias, sin ganancias no hay empresas, sin empresas no hay recaudación, sin recaudación no hay inversión y todo acaba en una espiral negativa.
No nos engañemos, trabajo hay, siempre hay. El problema es que no quieren pagarte por ello y si lo hacen, lo mínimo de lo mínimo. Aquí cada cual mira por su beneficio a corto plazo y no se dan cuenta que con ello están hundiendo aun más el país. Pongámoslo de esta manera:
Lo primero que se consume son las necesidades básicas, después, y si se puede, necesidades secundarias y finalmente, y si sobra algo, en caprichos. Ahora pongamos un ejemplo de familia estándar. Ambos padres trabajan, su hijo entre 25 y 35 años, con estudios, no trabaja. El gasto en necesidades básicas es mayor, se pueden permitir gastos secundarios pero ya no les queda para los caprichos y, viendo como está el panorama, ahorran todo lo que pueden. Es decir, consumo justito, nada que movilice la economía.
Ahora pongamos que ese mismo hijo trabaja, cobra un sueldo de joven, es decir, no llega a los 600 euros. Sin embargo, los ingresos aumentan y se puede destinar a un mayor consumo secundario. Ya se puede permitir un coche, salir más noches a cenar, comprarse algo de ropa todos los meses, pero aun no le llega para independizarse por lo que la economía tampoco se moviliza demasiado.
Finalmente pongamos que ese joven obtiene un sueldo razonable, de entre 1.300 y 1.500 euros al mes. De repente el joven ya puede volar del nido, por lo que el gasto que tenían que realizar los padres en mantenerle se reduce a 0 al poder este cubrir sus propias necesidades y algún que otro consumo secundario. Los padres ven que sus ingresos son los mismos pero sus gastos se reducen considerablemente, pudiendo destinarlos a otros consumos secundarios e incluso caprichos. Y de repente, el consumo se dispara, la economía crece, se crean más puestos de trabajo y empieza una espiral positiva.
La economía no es una ciencia exacta, pero la base de todo nuestro sistema, que se funda en el consumo, es la cantidad de sueldos que exista en un país y el nivel de los mismos. Si con el trabajo que realizo ganase un sueldo mínimamente decente, y como yo, todos aquellos que trabajan sin sueldos ni contratos, el consumo se dispararía y empezaría la espiral positiva. Pero si nadie apuesta por nosotros, nosotros no vamos a dar nada a un país que no nos quiere.
Los jóvenes somos la semilla del futuro y allá donde vayas parece que somos una lacra social, que no ha trabajado en su vida y que solo sabe memorizar libros, salir los fines de semana y vivir de nuestros padres. Señores, solo pedimos que nos den la oportunidad de aprender y de trabajar y que dicho esfuerzo se vea recompensado. Y no solo uno más que rota en un puesto de trabajo permanentemente ocupado por becarios y demás jóvenes que todavía no entienden que aceptando estas condiciones estamos arrastrando a los que vienen detrás, al igual que hicieron con nosotros lo que iban por delante, a una espiral negativa cada vez más profunda.
Solo quiero trabajar, cobrar un sueldo, formar una familia, estar satisfecha con mi vida. Pero cada día tengo más claro que aquí, en España, no lo voy a conseguir. Ojalá mi abuelo no se retuerza en su tumba, ojalá no piense que se equivocó al volver a España, ojalá que se sienta orgulloso de mí y que entienda que no estoy siendo cobarde y deje de luchar por una tierra que es amada y odiada a partes iguales y me busque la vida allá donde "joven" no significa carne de esclavismo moderno, de explotación, de desechable.
Soy de la primera generación que nació dentro de la Unión Europa siendo española. Pero no viviré como una europea hasta que no cruce la frontera.
*Este lector ha pedido que se omita su nombre.
Fonte: http://www.elpais.com/articulo/espana/chica/invisible/elpepuesp/20101007elpepunac_8/Tes
Hay un monton de articulos como este publicados ultimamente , es una pena tener que emigrar igual que hicieron nuestros abuelos...
ResponderEliminarXa o lira, cantas verdades e que ben escritas. A xeración máis preparada do país non ten sitio dentro, pero o mundo e ben grande para o que o queira explorar. Que che vou a decir a ti.
ResponderEliminarE logo que haxa xente que pense que estás en Suecia só polas rubias...ou é isto só un artigo que pos para despistar? Canta claro! Fóra bromas, que máis que nada son porque quitarlle ferro á gravidade do asunto, boa idea de compartir artigos así.
ResponderEliminarConta algo de Dinamarca e as dinamarquesas! Unhas fotiños polo menos...
buenirmo...(by jams)
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